A pocos días de las elecciones del 28 de junio, nos encontramos atrapados bajo un bombardeo constante y mediocre de propuestas recicladas y acusaciones entre los diferentes partidos políticos (o como algunos la denominan: campaña electoral).
Es tanto el ruido que hacen los slogans y canciones o marchas partidarias, que no podemos plantearnos lo que deberíamos, y como deberíamos ya que el tiempo corre sin volver, se va y con él nuestras esperanzas. Y entonces las cuestiones relacionadas con la calidad política y la honestidad de nuestros representantes y, más importante aún, nuestra participación en el proceso, quedan opacadas frente a la gran máquina de propaganda en la que se transforman los medios de comunicación.
O tal vez, nos planteamos estas cuestiones, pero desde el momento en que inicia la campaña y hasta la elección del nuevo gobernante. Luego pasan 2 o 4 años más y volvemos al ruedo. Así, todos esos interrogantes que son esenciales para que la política funcione, no sólo en la Argentina, sino en cualquier país del mundo, se desgastan, se vacían de contenido y terminan por transformarse en lugares comunes.
Pero, ¿en qué momento dimos lugar a esta clase política y su corrupción? ¿Por qué todavía aceptamos la ecuación: política = negocio? ¿Nos vamos a despertar algún día?
Por lo pronto, pensemos en las elecciones que se vienen. Intentemos conocer previamente a los candidatos, sus propuestas y sus desempeños en gestiones anteriores. Es lo menos que podemos hacer si es que en serio queremos estar mejor. Después de todo, la “cosa” no es tan fácil como en Gran Cuñado…
Escrito por: Florencia Pessoa
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